Humanos.

En esos años no existía ni siquiera la perubólica. Las mañanas de mis vacaciones se me iban revolviendo los libros de la biblioteca de mis abuelos, siempre a la expectativa de cual me iba a mostrar sitios no imaginados, historias fantásticas que me sacaban de esa casa para volver cuando mi abuela aparecía con una taza de chocolate caliente y un pan. Mientras tomaba el chocolate mi abuela me contaba de lo que leía cuando era joven, una y otra vez mencionaba a Vargas Vila, leerlo era prohibido, pero eso a una señora que se escapaba por el techo de su casa sin duda no podía importarle menos.

Una mañana encontré un tesoro, algo que me ha causado una fascinación que se mantiene hasta ahora. Recuerdo un cuadro de un león y bajo la ilustración decía "los 12 trabajos de Hércules". Desde ese momento me sumergí en la mitología griega. Pasaba horas enteras leyendo sobre Zeus y como enloquecía cada vez que veía mujer, ninfa o diosa simpática, los celos de Hera, la furia de Ares, la sabiduría de Atenea, la triste historia de Hefesto y los eternos cachos que le puso Afrodita, Jasón y los argonautas, Odiseo, Perseo, Teseo, Aquiles...Mi favorito era Prometeo, por rebelde, por astuto, porque no le temía a los dioses, el titán que le robó el fuego a los dioses, el que encartó a su hermano con Pandora y su cajita, el que está encadenado y un águila come a diario su hígado, el que dio vida a los humanos.

Los dioses eran crueles, sus castigos refinados, sus tentaciones más fuertes, sus amores trágicos. Eran terriblemente humanos, poderosos y débiles, muy débiles a la vez.